La propuesta de invalidación de la elección hubiese dado una lección de incalculable valor histórico para el mundo y América Latina en particular. Pero una vez mas América Latina es cuna de las oportunidades perdidas. Esta vez cortesía del Tribunal Electoral Mexicano.
Es absolutamente verificable que el PRI se sobrepaso en el presupuesto de ley y gasto electoral. Y hay suficiente argumento esgrimido para cuestionar la legalidad de la entrega de trajetitas de regalo de un supermercado mexicano a cambio de votos. Sin embargo el Tribunal Electoral esgrimiendo tecnicalidades y cuestiones de fondo decidió a favor del candidato del PRI.
Es imposible apoyar un fallo no apegado a derecho. Argumentativamente hay asideros legales para plantear la validez de las irregularidades. Tiene razón uno de los magistrados al expresar que no es posible dirimir que el total de votos asignados a Peña Nieto fuesen obtenidos por esa "vía" (trajetitas de dinero de un supermercado) pero esta también muy errado -el señor magistrado- al decir que no es suficiente argumento para cuestionar la legalidad. Es decir deja interpretativamente abierta la puerta que a lo mejor si sucedió pero a lo muy mexicano "Si, pero siempre no". Y el tribunal afirmo eso precisamente.
Esto deja sentado lamentablemente un muy peligroso precedente de como se desmoronan las democracias. La Tribunal Electoral deja con su interpretación de la demanda que en este México todo se vale y no importa violar leyes de gastos y regalar tarjetas. El tribunal en esencia invita a los participantes de la próxima contienda electoral a que gasten mas de la cuenta, que repartan tamales y tequila que todo estará bien y la sentencia siempre sera apegada a la política de unos pocos y no a lo que jurídicamente la constitución y leyes mexicanas mandan.
Desde febrero
pasado, meses antes de las elecciones, el abanderado de la coalición
Movimiento Progresista, Andrés Manuel López Obrador, pidió al Instituto Federal
Electoral (IFE) que impidiera y, en su caso, sancionara irregularidades como la
compra de votos, el rebase en los gastos de campaña y la inequidad en la
cobertura por la mayor parte de los medios informativos, especialmente los
electrónicos. A esa petición el IFE respondió que no tenía facultades para
evitar o castigar tales infracciones a la ley electoral en tanto éstas no
fueran perpetradas.
Es evidente la actitud omisa de la Fiscalía Especializada para la Atención a Delitos Electorales (Fepade). En las semanas siguientes la ciudadanía constató el exceso de recursos en la campaña del candidato priísta, Enrique Peña Nieto. Por lo demás, desde el día mismo de los comicios se dieron a conocer miles de testimonios fotográficos, videográficos y notariales que documentaban la compra de sufragios para la fórmula del partido tricolor.
Es evidente la actitud omisa de la Fiscalía Especializada para la Atención a Delitos Electorales (Fepade). En las semanas siguientes la ciudadanía constató el exceso de recursos en la campaña del candidato priísta, Enrique Peña Nieto. Por lo demás, desde el día mismo de los comicios se dieron a conocer miles de testimonios fotográficos, videográficos y notariales que documentaban la compra de sufragios para la fórmula del partido tricolor.
Posteriormente,
la coalición de izquierda divulgó docenas de documentos, confirmados uno a uno
como auténticos, que evidenciaban diversos manejos de dinero de procedencia
desconocida, posiblemente ilícita, en el contexto de la campaña peñanietista.
Por todo lo anterior, la parte agraviada pidió al Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación (TEPJF) que fallara la invalidez de la elección, toda
vez que ésta no cumplió con las características establecidas en la
Constitución.
En tal circunstancia,
con un resultado electoral inverosímil a ojos de millones de ciudadanos, el
tribunal tenía ante sí la disyuntiva de calificar, esclarecer e investigar las
pruebas presentadas; corregir, de esa forma, las omisiones del IFE y de la
Fepade; dar con ello certidumbre y solidez a los procesos electorales, y sentar
un precedente para impedir la repetición de los mecanismos de distorsión de la
voluntad popular, o bien recurrir a formulismos legales para declararlas
improcedentes y desechar en su totalidad el recurso del Movimiento Progresista.
Los magistrados
del TEPJF optaron, en la sesión de ayer, por lo segundo: dieron la espalda a
los testimonios de las irregularidades y buscaron –y encontraron– pretextos
legalistas para descalificarlos. En la lógica enunciada por los magistrados, la
única prueba admisible habría sido, acaso, una reconstrucción de hechos,
realizada ante sus ojos y con todos los protagonistas presentes, de los
desaseos electorales que fueron vistos, por lo demás, por innumerables ciudadanos.
La falta de
pulcritud y la parcialidad fue llevada a tal punto que Salvador Olimpo Nava
Gomar se adelantó a los procedimientos jurídicos para referirse a Peña Nieto
como presidente electo y a calificar las elecciones de libres y auténticas, en tanto que su colega Flavio Galván se refirió al proceso
culminado ayer como juicio anecdótico sin acto impugnado.
En suma, los
magistrados no juzgaron la legalidad de la elección, sino que se limitaron,
basados en una interpretación estrechísima de las leyes e ignorando indicios de
la comisión de posibles delitos graves, a descalificar al Movimiento
Progresista y a sus recursos de impugnación. Porque, a contrapelo de lo que
afirmó el magistrado Manuel González Oropeza, la ley no es aplicable si no se
interpreta, y en el caso presente los integrantes del organismo decidieron dar
a la Constitución y a las normas electorales una interpretación omisa,
complaciente y, para colmo, sumamente lesiva para el conjunto de la
institucionalidad política del país. Porque, ante su negativa a investigar y
esclarecer el cúmulo de irregularidades del pasado proceso comicial, abren la
puerta a la perpetuación de prácticas electorales repudiables, a un gravísimo
descrédito de los procesos democráticos y a un nuevo gobierno carente de
legitimidad.